El Hotel Sant Roc abrió sus puertas una noche lluviosa de junio de 1955, pero el inicio de esta historia se remonta dos años antes, cuando Joan Boix y su esposa Neus, adquirieron un pequeño terreno sobre una colina al sur de Calella de Palafrugell, con la intención de construir una casa de veraneo para la familia.
La Costa Brava era un tesoro aún por descubrir y los turistas apenas empezaban a asomarse. S'Agaró y Aiguablava eran los destinos escogidos por aquellos primeros turistas. Aquello era lo que se llamaba turismo de clase.
Aparte del hotel, se construyó un embarcadero, se allanaron las rocas para hacer un solarium con sombrillas incluidas y se hicieron unas escaleras con 112 escalones para tener acceso desde el hotel. Todo ello configuraba un entorno maravilloso y un conjunto armónico.
Los franceses llegaron en masa; comenzaban a frecuentar también los catalanes y algún inglés despistado, pero quien descubría este pedacito de Costa Brava quedaba enamorado y seguro que el año que viene volvía. De esos pioneros había gente muy notable de la sociedad francesa y catalana. Actualmente, algunos de esos primeros clientes todavía nos visitan regularmente y este hecho nos llena de satisfacción.
En la década de los cincuenta, el concepto de turismo y el alojarse en un hotel eran actividades reservadas a la alta sociedad. Los clientes venían a pasar estancias que se alargaban hasta tres meses; eran familias numerosas con su propio servicio que, por unos meses, convertían al hotel en su casa.
Joan Boix entendía el hotel como un lugar de descanso, pero también un establecimiento donde la diversión y el ocio eran imprescindibles. Los viernes del Sant Roc eran citas ineludibles por las noches de la Costa Brava; una Costa Brava que durante la década de los sesenta tenía personajes tan ilustres de la noche como el Gitano de la Costa Brava, Tomás Cervera del Chez Tomás, etc. Una tarima levantaba la orquesta sobre los invitados, con piano incluido, la principal de La Bisbal y de Palafrugell, y artistas como Carmen Amaya, Chunga y José de la Vega hacían las delicias de los turistas embobados.
En 1985, Joan y Neus traspasaron la responsabilidad de dirigir el hotel a su hija Teresa que, junto con su marido, Bertrand, iniciaron una nueva etapa, no sólo en el hotel, sino también en el mundo de la hostelería, ya que a finales de la década de los ochenta este sector se encontraba en proceso de renovación.
El cliente realizaba estancias más cortas, pedía más servicios y era necesario un cambio de rumbo. El hotel destinó esfuerzos para seguir ofreciendo una calidad de servicio y mejorar toda su infraestructura.
Actualmente, la tercera generación está al frente del hotel. Los hijos de Teresa y Bertrand, Bárbara y Nicolás, siguen con el mismo espíritu de servicio del abuelo Joan y la abuela Neus. Una generación que entra con empuje e ilusión.